¿Amantes de los trenes antiguos o simples curiosos?
¿Y si os proponemos volver a la infancia al subir a bordo de un vagón verde en un tren de vapor? No esperéis más, subid e instalaos en uno de los bancos de madera tan bien restaurados y prestad atención. Se escucha el silbato y a los vagones: ¡el tren va a salir! Una nube de vapor blanco sale de la chimenea y allá vamos para 45 minutos de viaje entre Crèvecoeur-Le-Grand y Rotangy. Qué placer descubrir el paisaje de Picardía y observar la naturaleza que nos rodea, todo ello al ritmo del jadeo de esta locomotora y de trenes declarados Monumento histórico que se lanzan a las vías.
Volver al pasado con un tren de vapor cargado de historia
Se trata de las Guerras Napoleónicas tras la masacre de los caballos en los campos de batalla, y el inicio de la era industrial que impuso un nuevo modo de tracción. La primera locomotora a vapor capaz de remolcar un tren la implantó al sur de Inglaterra el británico Richard Trevithick. Entonces arrastraba diez vagones a una velocidad de 8 km/h. En 1827, el ingeniero francés Marc Seguin implantó la caldera tubular que permitía prácticamente multiplicar por diez la potencia de las máquinas. Pero fue el inglés Richard Stephenson quien construyó la primera vía férrea del mundo. Todos los países construirían su vía férrea siguiendo las bases técnicas de los ingleses y en ocasiones, con ingenieros ingleses. Entre 1968 y 1973, la reina del vapor se terminó reemplazando poco a poco por el diésel, y luego, por la electricidad. El último tren a vapor que circuló en Francia data de septiembre de 1975, tras el rodaje de la película «On a retrouvé la septième compagnie». En Crèvecœur-Le-Grand, un equipo de voluntarios y apasionados franceses del Musée des Tramways à Vapeur et des chemins de fer Secondaires han hecho lo posible para limpiar la zona y construir en estas instalaciones en total, un cuarto de la vía que se realizó en aquel momento.
Una experiencia para compartir en familia
Al llegar al andén, observad cómo maniobra la locomotora para colocar la cabeza del tren, ¡es fascinante para grandes y pequeños! A continuación, bajad del tren con una sonrisa en la cara, los ojos haciendo chiribitas, tan felices como los niños que acaban de descubrir un nuevo juguete en la naturaleza. Estaréis impacientes por dar otro paseo, suerte que el billete os permite hacer varias veces el mismo trayecto.
Y cuando llega la hora de comer, el Tortill’bar os espera con refrescos y picoteo. Si este viaje os ha gustado, entonces compartid la experiencia con los voluntarios que hay por ahí. Os sorprenderá su pasión pletórica y comunicativa.
He encontrado un regalo de recuerdo ideal en Tortill’bar: una sidra de la granja Bussy, en Crèvecoeur-le-Grand y embotellada especialmente con una etiqueta con la silueta del tren de vapor. Y, además, ¡está delicioso!
Julie IBERT, asesora de estancia y aficionada 🙂